jueves, marzo 30, 2006

Relatos para una Muerte

Soy un cobarde lo sé, todo indica el camino que no quiero abordar, he buscado todas las alternativas, en la noche amigos que terminan con el alba, he escudriñado en el día y nada, nada parece acoger, estas malditas reservas de no sé qué vendaval. Se han cerrado todas las puertas, ya no sé dónde escarbar, al dolor le llamo amigo, al hambre lo salgo a buscar, no sé donde se han quedado la familia y el azar.
Busco deleite en el vino, amigos en cualquier lugar, este lodazal amedrenta a cualquiera que no quiera jugar y yo estoy aquí, en este exacto lugar, llevando las apuestas, que nadie más, quiere tomar.
Observando este punto, este exacto punto donde se cruzan dos hilos de este cojín, en este sofá que apenas me sostiene, dos hilos que quién sabe cuando, en qué preciso momento se cruzaron para siempre en sus vidas y aquí yo les rescato de su anonimato, para qué, no lo sé,
tal vez sólo para perder la vista en algún punto y dejar a mi mente cavilar.
Cuando no se tiene para donde ir es bueno darse contra cualquier rincón y sentirse atrapado entre uno y uno mismo, como frente al espejo de la conciencia y decirse cosas, lamentarse hasta reir algún día en algunos años y el cojín dice nada, sólo recibe mi mirar, oscurece, aclara, oscurece, aclara...
Y aquí estoy, desafiante, esperando que... algo tiene que cambiar, los hilos han envejecido, su cruzar ya se diluye, me han de necesitar, una aguja y un hilo tal vez alargue su vivir, pero me pregunto, querrán ellos seguir cruzados y estáticos uno con el otro.

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